A veces es muy difícil apaciguar la ira o perdemos el control rápidamente y lo primero que hacemos es gritar. Pero subir el tono de voz genera muchas sensaciones negativas en los niños que debemos conocer.
Además de lastimar la autoestima de los niños, los hace vulnerables y los pone en una situación en la cual se sienten desconfiados, con miedo y en un estado de alerta que les causa estrés.
Los gritos agreden el bienestar emocional de los niños, es una forma en la que los padres buscan un cambio, pero este cambio se da por medio de la frustración que sentimos en este momento a un objeto o señal.
Los gritos tienen el riesgo de desencadenar una lucha de poder en la adolescencia en la que éstos sean el “vehículo conductor” de cada día. Enseñar a nuestros hijos que hay alternativas a la agresividad, y que la irá y la frustración pueden canalizarse y no derivar en un grito, también hay una forma en la que ellos y nosotros podemos comunicarnos de manera acertada y saludable para su bienestar emocional y educativo.
¿Cómo lograrlo?
Debemos hablar con el niño y hacerle saber como un tipo de comunicación secreta entre él y tú de que está rebasado los límites, y que tiene que cambiar su forma de actuar. En vez de gritar, le vas a dar una caricia en la palma de la mano o en la mejilla mirándole directamente a los ojos. Esa será la señal para que sepa que no estás de acuerdo, es una llamada de atención alternativa donde le estás diciendo: “creo en ti, sé que puedes hacerlo mejor”.
fuente: http://www.padresehijos.com.mx/
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